miércoles, 1 de octubre de 2008

Del paro de los guionistas y la segunda temporada de Héroes



Acabo de terminar de ver la segunda temporada de Héroes. Pocos episodios, “gracias” al paro de los guionistas en Hollywood, verdaderos artífices de la danza de millones de la industria del entretenimiento y, justamente, quienes menos cortaban –hasta antes de este acto de fuerza– de la gran torta de la que sí comen (y en abundancia) actores, productores y directores. Noticia vieja, sí sé, pero que se revive cuando una serie que en su primera temporada tuvo veintitrés magníficos capítulos se vio reducida a once que se mantienen inteligentes, pero que dejan algunos cabos abiertos.

Ok. Bien por los guionistas. Seguramente, ahora les estarán pagando mejor y espero que se note en la tercera temporada. Pero ahora, quiero escribir de Héroes.

Lo que más me impresionó de la primera temporada (gracias a Marcela Galleguillos por esos dvds y a Tomás también), fue la variedad de géneros narrativos utilizados. Un episodio bien podía ser clasificado como parte de un sitcom de comedia; como otro, parte de una serie estilo CSI o de asesinos múltiples; había otros capítulos que eran derechamente drama y uno que otro centrado absolutamente en lo SCI-FI. Y lo más notable era la cohesión entre un episodio y otro. Nada era abrupto, todo perfectamente hilado. Ni te dabas cuenta del cambio o mezcla de géneros. Una belleza.

En la segunda y breve temporada (lo sigo lamentando), ese cambio de géneros ya no corre. La serie toma un tinte más de cine negro, con la constante presencia de “la compañía” como la sombra que contiene el sentido oculto de todo y la conspiración es permanente. Los buenos parecen malos, los malos parecen buenos, todos se cambian de bando y ya nadie sabe en quién confiar. Sin embargo, como se trata de Héroes, se perfilan con más claridad quienes son los verdaderos protagonistas, conforme a la cantidad de virtudes (que también se traducen en poderes) que poseen. Peter Petrelli, Hiro Nakamura y Claire Bennett ya no son personajes que estén a la misma altura que Nikki Sanders o Nathan Petrelli. Los primeros están, definitivamente, en el ojo del huracán, porque son sus poderes los que pueden cambiar el destino y aquello también que las fuerzas más oscuras persiguen.

Y a pesar de lo contenta que me pone el protagonismo de Hiro –mi personaje favorito–, algo me pasa con los antagonistas. Elle parece una caricatura de niña mala y la relación con su padre, Bob (miembro operativo clave de la compañía) podría haber sido explotada de manera mucho, mucho más sórdida (así como se hizo con la relación madre-hijo de Sylar en la primera temporada). Tampoco me hace mucho sentido Takezo Kensei esperando tantos años para reencontrarse con Hiro Nakamura, algo faltó ser explicado ahí. Y, sin embargo, lo que me dejó con ganas de ver la tercera temporada, es lo insoportablemente detestable que es Sylar, que debe ser el villano más odioso, malvado, calculador y atractivo que haya visto en prime-time durante los últimos años.

Tercera temporada, sin guionistas en huelga, te estoy esperando.

3 comentarios:

Marcelo dijo...

Respecto a la tercera temporada, querida Pamela, pienso que el paro de los guionistas los dejó hiperventilados, tratando de demostrar que se merecen su parte de la torta. Los eventos narrativos que se abren en líneas que se empiezan a entrecruzar, dejando abierta a la imaginación y a la inferencia darle coherencia a ese tejido, es un ejercicio que seduce a muchos espectadores. Esto ocurre en la TV, en el cine o en la literatura. El género policiaco, por ejemplo, es pródigo en este juego, restregándonos en la cara el cómo las líneas finalmente se unen y retrospectivamente podemos dar sentido a las "pistas" que siempre estuvieron en nuestras narices. Eso, si no solucionamos el enigma antes de llegar al final, lo que provoca un sentimiento de orgasmo intelectual prolongado a medida que cada una de nuestras hipótesis se empieza a comprobar.
Sin embargo, que el lector o espectador pueda jugar el juego en condiciones justas supone que el equilibrio entre pista, obviedad o achunte sea tal que no nos sintamos defraudados cuando nos salen con una resolución imposible, descabellada.
No sé cómo resolverán los guionistas la barroca apertura de líneas, el exceso de giros, la multiplicidad de "misterios" que se aprecian en esta temporada que está comenzando. Ojalá sea elegante y tengamos la capacidad de memoria para acordarnos de que tal o cual evento necesitaba una explicación que se nos brinda ahora y no se requiramos empezar a repasar los capítulos previos para entender esas soluciones. Ese ejercicio que casi siempre es agradable (por ejemplo, en Sexto sentido) no debe convertirse en un análisis semántico algorítmico.
Espero estar equivocado y aún confío en el virtuosismo de dichos escritores.

Marcelo dijo...

Respecto a la tercera temporada, querida Pamela, pienso que el paro de los guionistas los dejó hiperventilados, tratando de demostrar que se merecen su parte de la torta. Los eventos narrativos que se abren en líneas que se empiezan a entrecruzar, dejando abierta a la imaginación y a la inferencia darle coherencia a ese tejido, es un ejercicio que seduce a muchos espectadores. Esto ocurre en la TV, en el cine o en la literatura. El género policiaco, por ejemplo, es pródigo en este juego, restregándonos en la cara el cómo las líneas finalmente se unen y retrospectivamente podemos dar sentido a las "pistas" que siempre estuvieron en nuestras narices. Eso, si no solucionamos el enigma antes de llegar al final, lo que provoca un sentimiento de orgasmo intelectual prolongado a medida que cada una de nuestras hipótesis se empieza a comprobar.
Sin embargo, que el lector o espectador pueda jugar el juego en condiciones justas supone que el equilibrio entre pista, obviedad o achunte sea tal que no nos sintamos defraudados cuando nos salen con una resolución imposible, descabellada.
No sé cómo resolverán los guionistas la barroca apertura de líneas, el exceso de giros, la multiplicidad de "misterios" que se aprecian en esta temporada que está comenzando. Ojalá sea elegante y tengamos la capacidad de memoria para acordarnos de que tal o cual evento necesitaba una explicación que se nos brinda ahora y no se requiramos empezar a repasar los capítulos previos para entender esas soluciones. Ese ejercicio que casi siempre es agradable (por ejemplo, en Sexto sentido) no debe convertirse en un análisis semántico algorítmico.
Espero estar equivocado y aún confío en el virtuosismo de dichos escritores.

Pamela Catalán Segovia dijo...

Marce, déjame decirte que ya empecé a ver la tercera temporada y discrepo enfáticamente contigo. Encuentro que está filete. Claro, cierto que empezó un poco lenta (los dos primeros episodios sobre todo), pero ya en el cuarto y quinto episodio va agarrando -en mi paladar- un gusto que es definitivamente DELICIOSO.

Sobre todo porque Sylar... o Gabriel...