lunes, 14 de septiembre de 2009

Pensando en Carla Vera


Ayer me sorprendió el notición: Me llamó mi amigo Álvaro Barrueto y me contó que falleció Carla Vera, en un confuso evento -que la prensa llamó suicidio- y que nadie que la conoció se atreve a llamar de esa forma...

Y justamente, una hora antes, mientras me probaba una blusa ultra linda, semi transparente, elegante y costosa, yo pensaba en ella. Era su estilo de ropa.

Frecuentemente, cuando trabajaba en la refinería, pensaba en que quería ser como la Carla Vera. En ella, todo parecía parsimonioso y calmo. Y no sólo por sus enormes ojos claros y su cara pecosa y dulce, sino que también por su estampa pequeña y refinada, casi enjuta, fotografía perfecta de la belleza que se profesa en estos días.

Yo no dejo de pensar en ella, linda, y las pequeñas conversaciones que sosteníamos en el baño. Y también recuerdo cuando participamos en un Seminario de Responsabilidad Social Empresarial desde el punto de vista del género. Cuando, de vuelta y al bajar de su auto, me caí al suelo y ella corrió a recogerme, tan cálida, tan preocupada.

Quién lo diría. Dicen que la procesión se lleva por dentro. Yo, simplemente, lo lamento. Y pienso en su familia, en su hermano, en su ex novio. Pienso en el 18 triste que pasarán quienes la amaron. Pienso en el agujero en el pecho que, más grande o más pequeño, nos dejó a todos con su caída.