domingo, 15 de marzo de 2009

Hace un año...


...Estaba en Concepción, celebrando el cumpleaños de Anita Apablaza y pensando que no sería tan importante para mí eso de no asistir al concierto de Jarvis Cocker. Desperté regando las plantas y, más tarde, fui a la peluquería a que me alisaran el pelo. Pasé a buscar a Barrueto y su hijo de cuatro años me dejó en claro que me consideraba guapa (dijo que me veía "chipi" y, cuando se despidió, "chao, mi negri"). Dolores había hecho sushi para celebrar a la Ani y lo pasamos muy bien, aunque yo no entendía esa necesidad o ese estado en el que todos estaban y que implicaba estabilizarse, asentarse. En general, me sentía confundida, algo apesadumbrada porque mi relación amorosa no me satisfacía y pensaba que las cosas que, en mi fuero interno, anhelaba, eran inalcanzables.

Hoy, vivo en Viña. Desperté esta mañana con Martín (el gordo gato siamés que tengo por compañero de cama) apoyado en mis brazos y ronroneando, tomé el teléfono y le canté el cumpleaños feliz a Anita Apablaza otra vez. Todavía no puedo creer que no haya visto a Jarvis Cocker (¡¿por qué me hice eso?!), sobre todo, con los comentarios que provocó. Hace un par de noches, yo fui la que hizo sushi para sus amigos y no siento, para nada, que el pelo liso me haga ver más guapa. Al contrario, amo mis rulos, hoy teñidos color ámbar -que, en realidad, me hacen ver algo más castaña.

Pero lo que es mejor que todo es que me siento firme, soy muy feliz con la persona que está a mi lado y a cuyo lado me encanta estar. Los sueños parecen más cerca que nunca de cumplirse y lo curioso es que son sueños de asentamiento, de estabilidad. Lo vine a entender un año después ¿Será que esto es crecer?