viernes, 11 de febrero de 2011

Pensando en Gepe


De pronto, me encontré asombrada con la belleza melódica de "Audivisión" de Gepe (2010, Quemasucabeza). No es la primera vez que ocurre.
Hace un mes, en el Festival de Chilenos, que organizó la Radio Cooperativa, quedé más impresionada aún. La noche del domingo era inaugurada por Gepe, que solo sobre el escenario, tocó guitarra, teclado y variedad de percusiones, a veces, de manera simultánea. Dejó muy atrás la última presentación que le había visto (Carnaza, Valparaíso, 2009), en la que se lanzó al escenario acompañado únicamente de la guitarrra y se vio pálido al lado del gran Lisandro Aristimuño.
No. En el Festival de Chilenos, sentí que estaba viendo tocar a un prodigio, al Víctor Jara de este tiempo. Sentí ganas de llorar. Es que si logran concentrarse por unos minutos en canciones como "Alfabeto", "Ayalen" o "Estado de Visita", no cuesta sentir un apretón en el pecho, una especie de sensación de chilenidad, mezclada con melancolía, dulzura y esa suerte de hipnosis musical que todo buen cantautor logra transmitir.
Una pena que se trate del 'ignorado' por Perry Farrell para el primer Lollapalooza Chile. Para mi gusto, Gepe es un músico bastante más alternativo y potente que Francisca Valenzuela o Javiera Mena (a pesar de su asociación con ella en "Lienza").
Me consuelo, pensando en este reportaje del diario español El País, en el que queda como la pequeña estrella del nuevo pop chileno.

domingo, 30 de enero de 2011

Sunday Afternoon

Tres años atrás (increíble, pero cierto eso de cómo pasa el tiempo) mis domingos solían ser solitarios y/o llorosos. O bien, me estaba despidiendo de mi familia y amigos para tomar el bus y volver a Concepción (lo que era terrible cuando el fin de semana en cuestión era Navidad o el día de la mamá), o estaba en Concepción, tratando de que las horas pasaran más rápido, de forma de dejar atrás los domingos solitarios. Era el día de la semana más terrible para mí. Esa sensación de estar sola en el mundo.
Ahora que lo pienso, tampoco es tan malo pasar un par de temporadas solo. Imposible evadir las verdades personales en un mar de gente. Por lo menos yo, aprendí a conocerme bien, a entenderme y tratarme con calma, a saberme y tenerme con paz. Como todos los aprendizajes, costó, eso sí.

Y todo esto me viene a la cabeza porque hoy es domingo. De esos domingos distintos a todo lo que imaginé: mi marido y yo almorzamos en la casa de mi mamá y, luego, caminamos por la playa para mojarnos los pies. La semana pasada, tomamos té con un matrimonio de sus amigos y también salimos a caminar. Qué contraste con los domingos solitarios.

Y esto es lo que pienso: cuánto sufrir, cuánto conocerse en el abandono, cuánto almorzar solo y divagar para que la vida dé una de sus vueltas y te encuentres, no sin sorpresa, en otro tipo de paz.