domingo, 30 de enero de 2011

Sunday Afternoon

Tres años atrás (increíble, pero cierto eso de cómo pasa el tiempo) mis domingos solían ser solitarios y/o llorosos. O bien, me estaba despidiendo de mi familia y amigos para tomar el bus y volver a Concepción (lo que era terrible cuando el fin de semana en cuestión era Navidad o el día de la mamá), o estaba en Concepción, tratando de que las horas pasaran más rápido, de forma de dejar atrás los domingos solitarios. Era el día de la semana más terrible para mí. Esa sensación de estar sola en el mundo.
Ahora que lo pienso, tampoco es tan malo pasar un par de temporadas solo. Imposible evadir las verdades personales en un mar de gente. Por lo menos yo, aprendí a conocerme bien, a entenderme y tratarme con calma, a saberme y tenerme con paz. Como todos los aprendizajes, costó, eso sí.

Y todo esto me viene a la cabeza porque hoy es domingo. De esos domingos distintos a todo lo que imaginé: mi marido y yo almorzamos en la casa de mi mamá y, luego, caminamos por la playa para mojarnos los pies. La semana pasada, tomamos té con un matrimonio de sus amigos y también salimos a caminar. Qué contraste con los domingos solitarios.

Y esto es lo que pienso: cuánto sufrir, cuánto conocerse en el abandono, cuánto almorzar solo y divagar para que la vida dé una de sus vueltas y te encuentres, no sin sorpresa, en otro tipo de paz.

1 comentario:

Claudia Claudia Claus (8) dijo...

Muy lindo, ojalá que sus domingos, en compañía o en solitario, sigan siendo provechosos.
La quiero mucho :)