sábado, 23 de agosto de 2008

Llorar de Alegría





Desperté esta mañana, sintiéndome bendita. Anoche, en plena fiesta, tuve que sentarme varias veces y mirar mi vaso con hielo y red bull, para lograr que las imágenes decantaran en mi cabeza, que fueran lentamente incorporándose a mi vida, que se vivificaran en mi interior como esos momentos en la vida que quedan cristalizados porque siempre, siempre, serán motivo de alegría.

Me acuerdo de que lo mismo me pasó cuando estuve en ese pasillo del Renacimiento Italiano en el ala Richelieu del Louvre y me paré al frente de un retrato hecho por Rafael. Estaba absorta y creo que nunca antes había visto una tela tan preciosa. A veces, en los días tristes, todavía puedo cerrar los ojos y verla, y con ella, el agradecimiento y la paz vuelven lentamente a mí.

Todavía tengo ganas de llorar. Algo me pasa con la belleza. Cuando es tanta, cuando siento que me rebasa, que supera todo el soporte al que puedo acudir, se me escapa en forma de lágrimas, como si mi alma necesitara más espacio que mi pequeño cuerpo para aquello que está viviendo.

Y ese es el punto, esta vez: lloré de Alegría con el Cirque du Soleil. A ratos, tuve que tocar el brazo de mi amigo Tomás, decirle algo pequeño, tonto, quizás, pues tanto asombro no puede vivirse solo. En realidad y reformulando, es tan bueno vivenciar alegría y asombro al lado de alguien verdaderamente querido.

Sí, lloré de Alegría. Y lloré de Alegría dos veces. En ambas, se trató de trabajos colectivos, cuya insolencia ante la ley de la gravedad y los movimientos no de uno, sino que de varios cuerpos sincronizados, haciendo una suerte de música y de comunicación perfecta. Creo que lloré casi sin poder parar no sólo porque el vestuario era suntuoso y delicado, no sólo por la perfecta iluminación y música en vivo, ni porque las coreografías y rutinas de trabajo eran de un grado altísimo de dificultad. No, lloré porque sentí, en mi fuero interno, que eso de poner el cuerpo, eso de ponerse a uno mismo –mientras se lanza al vacío para lograr una hazaña– en las manos de otro que te sujete, requiere no sólo de valentía o de talento. Además, pensé, se trata de tener un diseño en común, de llevar a cabo ensayo tras ensayo, y tolerar malos ratos y desacuerdos, padecer las lesiones y aún así, seguir adelante. Y hacerlo, sencillamente, porque es lo que se ama, porque es el proyecto que se quiere hacer realidad.

Y pregunto: ¿no es la vida también un poco eso?

Y respondo: cada lesión vale la pena, si nos ayuda a conseguir esa pirueta en el aire, que es lo más cerca que podemos estar de la perfección.

4 comentarios:

Mateo dijo...

Me encantó la reflexión final (:
Entiendo eso de la belleza, a mí me pasa de vez en cuando, pero muy de vez en cuando, pero eso se debe, seguro, a que no tengo mucho acceso a tal belleza, o porque mis lagrimales están averiados. No lo sé.
Hoy miré por primera vez en este invierno al árbol de ciruelas -quizás albaricoques- florecido, con sus pequeños nidos de petalillos blancos, sus ramas esveltas como modelo europea y sus hojas llorosas por verse disminuidas en atención; La pureza manifestada ante mí, un ser q poco tiene de puro, en un día de agosto. Te entiendo perfectamente, amiga.
Te quiero <3<3

Celeste Reyes De Negri dijo...

Me alegran las letras de las que se cuelga el amor por las alturas. Gracias por entenderlo. Te quiero.

Guajira Cósmica dijo...

... y que tan difícil es poder encontrarse con estos episodeos ahora, sobre todo en esta ciudad opaca.

Claro que entiedo cuando la belleza sobrepasa la capacidad que a veces tenemos para percibir todos esos estímulos y en ese momento se agradece la existencia.

Al menos hoy esta ciudad no es tan mala y me va dar a mí un poco de estas oportunidades para llegar al nivel sayallin de la emoción frente a un acto poético... seguro que con cualesquiera de sus canciones, en un par de horas más Congreso partirá su show y yo quedaré inmóvil por unos segundos hasta que pueda cantar con todos las melodías de su música.

Saludos choriza!

franco dijo...

Sí, de eso se trata toda la existencia, y ese es el sentido del don en que ella se basa. La belleza siempre tiene algo de vertiginoso porque supone transformación, metamorfosis de lo cotidiano o develación de lo realmente cotidiano. Para eso debemos dejar tantas cosas, hay tanta renuncia en la limpidez de la belleza. Entiendo completamente lo que dices, amiga, en especial porque practico la danza: la belleza producida por el cuerpo requiere de dolorosas genuflexiones, flexibilidades logradas después de violentos porrazos, resistencias al borde de la desaparición, un sudar constante y el quebrajarse necesario de lo muscular cuando el ensayo ha sido mucho, pero claramente fundamental. Ahora mi vida se genuflecta, a mi vida hoy le duelen sus músculos, tiene ganas de detenerse pero sabe que lo mejor es seguir sudando: el resultado será la belleza. Ningún gran acto estético es acumulación, la técnica de la emoción reside en el dar, no en el replegarse, sino que en el plegarse hacia afuera como las corrientes de amor. en la belleza, en los proyectos de verdad y de bien, el dolor es un paisaje lleno de águilas azules, es un motor fecundo. Amiga, gracias por lo publicado en tu blog, justamente llega en un minuto de en que mi carne quiere claudicar y mi espíritu rendirse. La fe en Dios (o sea, en la fuente de toda belleza) me mantiene con los ojos abiertos. Te amo. Chau!