jueves, 31 de julio de 2008

Sin aire ni luz ni tiempo ni espacio



LLueve mucho sobre Conce. Lo hizo durante todo el día de ayer. Me deprime. Me recuerda lo sola que vivo después de las horas de trabajo.
Hay días así, me imagino, para todos. Días en los que la pega parece más aburrida que nunca y el tedio, una extensión inmensa, un continuum oscilante. En días así, lo que existe por sobre las grises circunstancias es escribir. De eso se trata esta vez.
Es algo que le ocurre a muchos escritores. En palabras de Capote: "... un día, empecé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida, a un amo noble pero despiadado" (Prólogo de Música para Camaleones). También esta idea se deja leer en "Aire y Luz y Tiempo y Espacio" de Charles Bukowski:

(...)
"vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de
tu cuerpo.
vas a crear ciego
mutilado
loco.
vas a crear con un gato trepando por tu
espalda mientras
la ciudad entera tiembla, con terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego.
nene, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con esto"
(...)

Para mí, es tan simple como que tengo sed de escritura cuando me siento desorientada y también situada. Tan verdadero como que escribo llorando, cuando la vida me duele. Y también escribo -ojalá con lápiz rosa- cuando me siento feliz.
Escribir es el amo al que siempre vuelvo y lo que hago en medio de enfermedades y catástrofes. Escribir es mi liberación. Mi libertad.

4 comentarios:

Priscila Oses dijo...

Sí Pame, quién no ha tenido esos días, sobretodo cuando la soledad se lleva por dentro...increíble, pero hace unos días, con Franco hablábamos del mal-estar para el bien-escribir. Para mí es un círculo vicioso que, a veces me tiene en vela o me hace mirar el sol con la esperanza enceguecer o ver las estrellas más allá de este astro cercano. Además, con el tiempo, hay personas que se convierten en heridas, en nuestras heridas - a modo propio me gusta coleccionarlas, para otorgarles un minuto a c/u de ellos, para poder ver todas sus vidas en un simple cadáver, ver a través de las parades de la casa, reconocer los recuerdos pegados a la ciudad.
A veces, todas las heridas me hablan y tengo suerte de no enloquecer.

Piensa, cómo la lluvia limpia ese pedazo de cielo que has aprendido a querer y a odiar.

Pamela Catalán Segovia dijo...

Uy, qué poderosa.
Gracias por tu comentario.
Y sí, suele ocurrir que el mal-estar es el mejor ingrediente para el bien-escribir.
Me acuerda algo que estuvimos conversando una vez con Sergio Parra (sí, estoy segura de que es Parra, Metales Pesados, no hay confusión esta vez), la idea de que escribes y la vida está pasando ahí afuera, mientras escribes, le pones pausa a las circunstancias. Como Kundera, "la vida está en otra parte".

yunyunyun dijo...

y no crean nada
excepto quizá una vida más larga para encontrar
nuevas excusas


te falto ese pedazo....

cuando no hay norte, cuando el faro no alumbra, cuando es de noche y todas las micros terminaron de pasar y estamos solos en medio de calles que nos cuesta reconocer, es bueno recordar que de alguna u otra forma siempre llegaremos a casa...

y da lo mismo si llegamos vivos...

se le quiere loquillla

tire para arriba

Minimálica dijo...

... a veces me pasaba eso, antes... ahora tengo los dedos crespos y me quedo en la pura intención, como que el vuelito no me alcanza para llegar. De escribiente ágrafa, eso. Soy más bien pensante, pero mis ideaciones no son los suficientemente estridentes para aquello de superar la paginita en blanco.
Pero entiendo eso. Estar lejos. Estar sola. Y la lluvia ahí, como golpeándote el hombro a cada rato pa que no se te olvide...
Extraño la pre-primavera del puerto. Extraño mucho muchas cosas.
Pero ahora, cuando ando chuteando la tristeza, no más me sale un hipo.
El resto del tiempo, sacarse las costras de las rodillas.
Hay cosas que nunca cambian.
Te sigo leyendo pues...