
LLueve mucho sobre Conce. Lo hizo durante todo el día de ayer. Me deprime. Me recuerda lo sola que vivo después de las horas de trabajo.
Hay días así, me imagino, para todos. Días en los que la pega parece más aburrida que nunca y el tedio, una extensión inmensa, un continuum oscilante. En días así, lo que existe por sobre las grises circunstancias es escribir. De eso se trata esta vez.
Es algo que le ocurre a muchos escritores. En palabras de Capote: "... un día, empecé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida, a un amo noble pero despiadado" (Prólogo de Música para Camaleones). También esta idea se deja leer en "Aire y Luz y Tiempo y Espacio" de Charles Bukowski:
(...)
"vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de
tu cuerpo.
vas a crear ciego
mutilado
loco.
vas a crear con un gato trepando por tu
espalda mientras
la ciudad entera tiembla, con terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego.
nene, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con esto"
(...)
Para mí, es tan simple como que tengo sed de escritura cuando me siento desorientada y también situada. Tan verdadero como que escribo llorando, cuando la vida me duele. Y también escribo -ojalá con lápiz rosa- cuando me siento feliz.
Escribir es el amo al que siempre vuelvo y lo que hago en medio de enfermedades y catástrofes. Escribir es mi liberación. Mi libertad.