viernes, 20 de febrero de 2015
Cinco razones por las que siempre será un error preguntarle a una mina por qué no tiene hijos
1. Encarna el mandato del patriarcado: ¿Ha escuchado usted alguna vez a un hombre preguntándole a otro por qué no tiene hijos? Yo, jamás. El cuestionamiento a las mujeres que no tenemos hijos se produce, pues subyace la idea de que es un deber ser femenino (y únicamente femenino) el parir, como si el sentido de la vida fuera cumplir con un rol tradicional que no se exige a las parejas de las cuestionadas.
2. Falta a la privacidad: ¿Le gustaría a usted que le preguntaran, sin ninguna explicación, si se rasura el culo o los testículos? Algo así siento cuando me interrogan sobre por qué no tengo hijos. Es algo personal y un tema inherente a la pareja. Bajo ningún punto de vista es un tema público. Además, normalmente el que lo pregunta no es ni tan amigo y se posiciona en un lugar que excede el contacto social adecuado.
3. Demuestra un intento de dominar sobre los demás: Muchas personas creen que saben mejor que yo qué es lo que tengo que hacer con mi vida. Sé que se hace con buena intención (o por lo menos, eso dicen), pero créanme, sé lo que me gusta y me hace feliz, mucho mejor que cualquier otra persona.
4. Es impertinente y usted lo sabe: Usualmente, con posterioridad a todos los enunciados que buscan presionar para que tener hijos, aparece la queja porque la gente le insiste, al que tiene hijos, en que 'tenga la parejita, el segundo o el tercero'. Quienes están siendo impertinentes, se quejan de que los presionan a ellos ¿No le gusta que se metan en su vida? Entonces, sea coherente y no opine con la misma liviandad de la que acusa a quienes a usted le importunan.
5. Cuidado con el desconocimiento: ¿Usted le daría una perorata de quince minutos sobre lo maravilloso, místico y exquisito que es correr la maratón a una persona que no tiene piernas? Puede ser que usted esté hablándole de las bondades de la maternidad a una persona que sabe que jamás podrá tener hijos. Como mínimo, un poco desubicado ¿o no?
miércoles, 5 de marzo de 2014
Soy profesora
Para los que no me conocen: soy profesora.
Estudiar mi carrera fue mi primera opción (y antes de los ofertones de becas). Me saqué sietes en la universidad, incluso, terminé ramos con esa nota. También fui ayudante y trabajé incluso antes de titularme, haciendo reemplazos. Varias veces en mi carrera, he sido evaluada como "la mejor profesora de..." en varios de mis trabajos. Me gusta trabajar en colegios y lo considero, socialmente, muy importante. Aclaro esto porque no estoy hablando desde el resentimiento, sino que desde un profundo profesionalismo.
Hoy, con asombro, he visto que Evelyn Matthei hace clases de Matemáticas en un colegio, sin ser profesora.
Y me pregunto:
¿Qué pasa con los saberes esenciales de una profesión que se relacionan con procesos críticos de ésta? ¿Qué seguridad tenemos de que este personaje público sepa construir evaluaciones? ¿O evaluar diferenciadamente? ¿Qué conocimientos tiene ella de psicología del adolescente o de problemas del aprendizaje? ¿Conoce los instrumentos con los cuales se evalúa la calidad de la educación? ¿Sabe preparar a los estudiantes para esas mediciones estandarizadas? ¿Qué sabe de cognición, procesos de aprendizaje y didáctica? Por supuesto que a estas preguntas, muchas más se podrían agregar y no sólo en relación con esta ex candidata presidencial.
Creo que hay un profundo desconocimiento público de lo que hace el llamado "buen profesor", si se piensa que cualquier otro profesional lo puede hacer sin tener, al menos, una licenciatura en educación. Cualquiera que haya leído un mínimo de educación sabe que la noción de "especialista", entendido como el principal requisito para practicar la docencia, está obsoleta.
Sé que la ley permite esta situación. Así que quisiera extender una invitación pública para que el legislador me permita, con una simple prueba, habilitarme como abogada, ingeniero comercial, periodista o trabajadora social, todas ellas carreras profesionales como la mía.
viernes, 10 de enero de 2014
Un acierto y una desilusión, a un paso de distancia
Unos años atrás, por mera casualidad, vi el primer episodio de Elfen Lied. Me pareció, en ese momento, una serie extraordinaria y me prometí a mí misma verla completa con el tiempo.
Hoy, estoy en el capítulo 11 (de 13) y siento que yo misma me disparé en el pie. No es que quiera terminar de verla, pero lo ansío, para poder hacer pedazos la serie con final incluido.
¿Cómo es posible que en una serie tan corta, el espectador sienta que hay capítulos de relleno? La trama nunca acaba de urdirse bien y los personajes se presentan caricaturescos, es decir, planos, lo que va absolutamente en contra de la buena animación (darle alma al dibujo).
En el mundo de Elfen Lied, los adultos son violentos, abandonan a sus pequeños hijos o derechamente abusan sexualmente de ellos. Los jóvenes están solos y desamparados en su búsqueda de un amor inocente y, la mayor parte de las veces, torcido. Creo que estoy a punto de hacer una campaña para enviar al creador de esta trama a terapia. Urgente: hágase ver, solucione sus temas pendientes.
Mención aparte, el opening. Leí recién una crítica que lo mencionaba como una de sus mejores cosas. Discrepo absolutamente con ello: ¿qué diablos tiene que ver Gustav Klimt con una serie mediocre con tintes románticos y gore? ¿No es acaso snob y pretencioso a niveles increíbles que el tema principal esté en latín? Además, su estética no tiene relación alguna con lo que se ve en la serie. Como dicen los gringos: BULLSHIT.
martes, 19 de marzo de 2013
Adiós, Horizonte.
Soy una de esas personas que necesitan de la música como del aire.
En mis mejores sueños, alguien dice de mí que soy una melómana.
Todo. El dolor que creo va a matarme y el día que es luminoso como el sol de ese perfecto verano. Todo. Todo es mejor con una canción. Todo es una canción en mi cabeza.
No quiero decir con eso que sea compositora o instrumentista, porque no, ni de lejos. Quiero decir que, en mi cabeza, siempre hay una canción sonando y una letra –que igual que un poema– sirve para asir con precisión magnética lo mejor y lo peor de la vida.
Y, ayer, cuando quedaban pocas horas para el final de que mi soundtrack personal, Radio Horizonte, se acabara, me di cuenta cuál era mi tema para este final. It’s the end of the world as we know it. Casi sentí que podía cantar el I feel fine que le sigue, mientras escuchaba la sobriedad de Nicolás Castro en la despedida de El Gran Escape, a la vez que una serie de temas hermosos, llenos de sentimiento y simbolismo.
Así se fue el día más sentido de la Horizonte y, al aire, las canciones elegidas con más pasión que nunca.
Lo que me pasa es que no sé qué canciones escuchar ahora. Ni dónde buscarlas. Ni cómo deshacerme de esta congoja que no me abandona. Porque la música ha muerto en el dial, ha muerto el sentido de comunidad musical, y no sé qué hacer porque soy una de esas personas que necesitan de la música como del aire y de mirar un horizonte en conjunto, también.
En mis mejores sueños, alguien dice de mí que soy una melómana.
Todo. El dolor que creo va a matarme y el día que es luminoso como el sol de ese perfecto verano. Todo. Todo es mejor con una canción. Todo es una canción en mi cabeza.
No quiero decir con eso que sea compositora o instrumentista, porque no, ni de lejos. Quiero decir que, en mi cabeza, siempre hay una canción sonando y una letra –que igual que un poema– sirve para asir con precisión magnética lo mejor y lo peor de la vida.
Y, ayer, cuando quedaban pocas horas para el final de que mi soundtrack personal, Radio Horizonte, se acabara, me di cuenta cuál era mi tema para este final. It’s the end of the world as we know it. Casi sentí que podía cantar el I feel fine que le sigue, mientras escuchaba la sobriedad de Nicolás Castro en la despedida de El Gran Escape, a la vez que una serie de temas hermosos, llenos de sentimiento y simbolismo.
Así se fue el día más sentido de la Horizonte y, al aire, las canciones elegidas con más pasión que nunca.
Lo que me pasa es que no sé qué canciones escuchar ahora. Ni dónde buscarlas. Ni cómo deshacerme de esta congoja que no me abandona. Porque la música ha muerto en el dial, ha muerto el sentido de comunidad musical, y no sé qué hacer porque soy una de esas personas que necesitan de la música como del aire y de mirar un horizonte en conjunto, también.
domingo, 8 de enero de 2012
Sesgos, puntos ciegos y pensamiento mágico, everywhere I go.
Abro el diario y aparece un estudio que relaciona la variable “estudios de la madre” con el desempeño de los estudiantes que rindieron recientemente la PSU. Tan sesgado que los “investigadores” ni se cuestionaron que la misma variable, en estudios anglosajones sea “parents degrees” (“estudios de los padres”). Siguiendo con la tradición chilena, es la madre la que tiene ingerencia en los estudios de los hijos. Al padre no le corresponde, es invisible.
Veo en internet la noticia de una pareja que fue filmada teniendo sexo en la vía pública en la mañana de Año Nuevo. Los comentarios de algunos de los lectores apuntan a que la joven de la pareja es una “maraca”, “deja mal a todas las mujeres” y otra serie de epítetos que la descalifican. Nadie repara en el hombre que conforma al exhibicionista dúo amatorio. La mayoría de quienes emplean los epítetos en contra de la muchacha, son mujeres. Punto ciego: no ven que perpetúan el machismo que tanto critican.
Leemos el diario en conjunto. Nos reímos de un decálogo de recomendaciones de Junji, respecto de cómo estimular a los hijos e hijas durante las vacaciones. El lenguaje falocéntrico está tan instituido que dos de las lectoras comentan que es tan exagerado escribir “hijos e hijas”, “niños y niñas”. Nuevo punto ciego: invisibilizar a las mujeres por economía lingüística.
Pensamiento mágico: en el campo les pegan a los árboles porque no dan frutos, llamándoles la atención; no se debe plantar en año bisiesto, puesto que los árboles no producen; la menopausia con molestias en las mujeres se debe a que se lavaban el pelo o se bañaban durante sus menstruaciones de juventud; las aves bellas no se muestran porque pueden ser ojeadas.
Sesgos, puntos ciegos y pensamiento mágico, everywhere I go.
viernes, 11 de febrero de 2011
Pensando en Gepe
De pronto, me encontré asombrada con la belleza melódica de "Audivisión" de Gepe (2010, Quemasucabeza). No es la primera vez que ocurre.
Hace un mes, en el Festival de Chilenos, que organizó la Radio Cooperativa, quedé más impresionada aún. La noche del domingo era inaugurada por Gepe, que solo sobre el escenario, tocó guitarra, teclado y variedad de percusiones, a veces, de manera simultánea. Dejó muy atrás la última presentación que le había visto (Carnaza, Valparaíso, 2009), en la que se lanzó al escenario acompañado únicamente de la guitarrra y se vio pálido al lado del gran Lisandro Aristimuño.
No. En el Festival de Chilenos, sentí que estaba viendo tocar a un prodigio, al Víctor Jara de este tiempo. Sentí ganas de llorar. Es que si logran concentrarse por unos minutos en canciones como "Alfabeto", "Ayalen" o "Estado de Visita", no cuesta sentir un apretón en el pecho, una especie de sensación de chilenidad, mezclada con melancolía, dulzura y esa suerte de hipnosis musical que todo buen cantautor logra transmitir.
Una pena que se trate del 'ignorado' por Perry Farrell para el primer Lollapalooza Chile. Para mi gusto, Gepe es un músico bastante más alternativo y potente que Francisca Valenzuela o Javiera Mena (a pesar de su asociación con ella en "Lienza").
Me consuelo, pensando en este reportaje del diario español El País, en el que queda como la pequeña estrella del nuevo pop chileno.
domingo, 30 de enero de 2011
Sunday Afternoon
Tres años atrás (increíble, pero cierto eso de cómo pasa el tiempo) mis domingos solían ser solitarios y/o llorosos. O bien, me estaba despidiendo de mi familia y amigos para tomar el bus y volver a Concepción (lo que era terrible cuando el fin de semana en cuestión era Navidad o el día de la mamá), o estaba en Concepción, tratando de que las horas pasaran más rápido, de forma de dejar atrás los domingos solitarios. Era el día de la semana más terrible para mí. Esa sensación de estar sola en el mundo.
Ahora que lo pienso, tampoco es tan malo pasar un par de temporadas solo. Imposible evadir las verdades personales en un mar de gente. Por lo menos yo, aprendí a conocerme bien, a entenderme y tratarme con calma, a saberme y tenerme con paz. Como todos los aprendizajes, costó, eso sí.
Y todo esto me viene a la cabeza porque hoy es domingo. De esos domingos distintos a todo lo que imaginé: mi marido y yo almorzamos en la casa de mi mamá y, luego, caminamos por la playa para mojarnos los pies. La semana pasada, tomamos té con un matrimonio de sus amigos y también salimos a caminar. Qué contraste con los domingos solitarios.
Y esto es lo que pienso: cuánto sufrir, cuánto conocerse en el abandono, cuánto almorzar solo y divagar para que la vida dé una de sus vueltas y te encuentres, no sin sorpresa, en otro tipo de paz.
Ahora que lo pienso, tampoco es tan malo pasar un par de temporadas solo. Imposible evadir las verdades personales en un mar de gente. Por lo menos yo, aprendí a conocerme bien, a entenderme y tratarme con calma, a saberme y tenerme con paz. Como todos los aprendizajes, costó, eso sí.
Y todo esto me viene a la cabeza porque hoy es domingo. De esos domingos distintos a todo lo que imaginé: mi marido y yo almorzamos en la casa de mi mamá y, luego, caminamos por la playa para mojarnos los pies. La semana pasada, tomamos té con un matrimonio de sus amigos y también salimos a caminar. Qué contraste con los domingos solitarios.
Y esto es lo que pienso: cuánto sufrir, cuánto conocerse en el abandono, cuánto almorzar solo y divagar para que la vida dé una de sus vueltas y te encuentres, no sin sorpresa, en otro tipo de paz.
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